miércoles, 11 de octubre de 2017

"Del beso y el amor", en "Crónica de Don Mexiano de la Esperanza, Caballero de la Fe", de MIGUEL DAZA (ESPAÑA, s. XVI d.n.e.)

fragmento perteneciente al libro "Crónica de Don Mexiano de la Esperanza, Caballero de la Fe", de fecha 1583  d.n.e.




«Así naturalmente alcancó uno de los fines y no el menos procurado del amor, según dicen [Ambrosiusl es transformarse el un amante en el otro, el que ama, porque hablemos más claro, en la cosa amada, y emprimir hermosura en ermosura según algunos dizen [Platon, Fedro, e De amor] para d'esta manera hacer que se conserbe la hermosura en la especie, ya que no se puede conserbar en el indibiduo. Y como para este trueque e junta son menester las visagras y lacos que los bayan juntando, buscan los amantes partes por donde más se comuniquen, no sólo lo que es corporal, mas aún lo spiritual y digno qu'es el alma. Y como la boca no sólo es dulce y tierna por fe del cuerpo, mas juntamente por ella salen aquellas palabras y anélito que son [***] como vestiglios del alma; y con aquel toque no sólo se muebe a dulcísimos deleites de amor, más juntamente siente avrirse una puerta a las almas de los dos amantes, las cuales traídas por un deseo de juntarse, la una con la otra, y así por allí se traspasan y trasportan por su beces conformes, y tan vien la una en el cuerpo de la otra; y de tal manera se enbuelben en uno que cada cuerpo de entramos queda con dos almas y casi un ánima compuesto de las dos gobierna y rige dos cuerpos. Y por esto el beso es ayuntamiento no sólo del cuerpo, mas también del alma; y como tal es deseado de los que se aman, porque mediante él se hace aquella junta que en casos de amor es tan deseada.

-O, prima, mil cosas por vida suya le preguntaría sino que noto que luego se me mete en unas filosofías que, aunque son verdaderas y agudas, son punosas para en conbersación tan llana como la que tratamos, que en mi berdad que me a contentado la racón estrañamente, mas es menester para vien entendella un comento, como Aley de Sulpicio; y aquí entre nosotras más llaneca y menos agudeca bastaría. [...]

-Ca, ca, mi señora Belisandra, no más que parece que baya a sangrar ella la respuesta. Pasemos con él vien adelante y diga vuestra gracia que más pasaron en la escalera.

-Pues a fe que pone el autor, -dixo Belisandra-, un entremés de amor vien gracioso, que puso allí y, aunque gasta el contallo tres o cuatro capítulos; y fue que como así un ratico estuviesen abracados los amantes gocando de aquella gloria que por el beso se les comunicaba, trabados en las manos, se quedaron así asentados en el escalera mirándose el uno al otro por más de dos oras de espacio.

-Prima mía, -dijo Lacerisa-, perdóneme lo que le dixe denantes y por vida suya, ¿qué es la causa d'essos raptos y suspensión en los amantes? Que a mí paréceme que tras tal cossa con quien vien quisiesse, que en parlar o en otras cosas pasaría el tiempo mío en estarme así cerca [***] mirando a quien vien quiero.

-Pues me torna, vuestra gracia, a mandar que haga lo que no es de mi facultad. [...] Sólo diré, y si fuere prolixa vuestra gracia me dirá [***], y así para saber lo que vuestra gracia desea se á de suponer que amor no es otra cossa, según la difinición de los sabios antiguos, sino un deseo de goçar lo que es hermoso; y porque el deseo nunca codicia sino lo que conoce, es necesario que el conocimiento sea siempre primero qu'el deseo; el cual naturalmente ama lo que es bueno [...]. Dios á ordenado la cosa d'esta manera: que cada virtud, cuyo oficio es conocer, tenga por conpañera otra virtud, cuyo oficio es codiciar; y porque en nuestra alma ay tres formas de conocer, es, a saber, por el sentido, por la racón, por el entendimiento, del sentido nace el apetito, el cual es común a los hombres y a las vestías; de la racón nace la eleción, que es propia del hombre; y del entendimiento, por el cual puede el hombre participar en los ángeles, nace la boluntad, de manera que, como el sentido no conoce sino cosas sensibles, así tanbién el apetito no codicia sino las mismas; y así como el entendimiento no tiene ojo sino a las cosas inteligibles, así la boluntad no alcanca otro mantenimiento sino los bienes del spíritu. El honbre de natura racional, puesto como medio entre estos dos estremos, puede, [...] inclinándose al sentido o lebantándose al entendimiento, llegarse a los deseos agora de una parte, agora de otra; pues supuesto esto, igual objeto del amor es lo hermoso, aquella hermosura que se contenpla en el rostro de una dama o en las buenas partes de un caballero, lo cual todo demana de Dios, así en estas como en todas las demás criaturas estendiéndose sobre todas ellas como los claros rayos del sol [...]. Pues como el sentido conoce aquello que su objeto, qu'es lo corporal y sensible, biene luego el apetito a desear aquella cosa corporal por el sentido conocida; y como el entendimiento pasa a las cosas espirituales deseando estar de ellas a la boluntad, biene la racón con una tuerca de amor a confirmar estos dos estremos [...]. Un día que en la cosa amada el sentido y el entendimiento alien sus objectos y [***] siguiente el apetito y la boluntad, y con una complacencia que el alma tiene de haber aliado tan agradable objecto está mantiniendo la boluntad de las cosas spiritualiçadas y el apetito de las sensibles, que tiene presentes, y con esto enpleado el alma con el deseo de la trasformación se suspende y arroba de suerte que cesan todas las operaciones que no sea aquello y así está el alma como si dixésemos en una gloria de amor, goçando de aquel mantenimiento para ella tan sabroso; y ésta es la causa del estarse suspensos los amantes, obrando solas las almas y zesando las conjúrales operaciones que la pueden estorbar.

-A fe, prima mía, -dijo Laucerisa-, que es muy buena la racón, mas algunas réplicas se me ofrecen, mas quiéralas dejar por no enfadalla». (ff. 102r-v).


Lucía Megías, José Manuel (ed.). Antología de libros de caballerías castellanos. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2001, pp. 325-327.


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