martes, 31 de octubre de 2017

"Derrotada por sí misma", de ANA ITURGAIZ (ESPAÑA, 1965-- d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Acordes de seda", de fecha 2013  d.n.e.



Clara tomó aire y tomó una decisión. Y entonces se dio la vuelta y se dejó envolver entre sus brazos.

Nicolás no pudo verle la cara. La lámpara grande seguía sobre la mesa, a su espalda, y el candil de garabato, un pequeño recipiente que colgaba de la pared en una de las esquinas, no conseguía disipar las sombras del rostro de clara.

Si lo hubiera hecho, si la hubiera visto, se habría encontrado con el rostro de una Clara convencida, con la expresión de una mujer decidida, con una mujer que dejaba a un lado los miedos personales y atendía a sus deseos más íntimos.

Si lo hubiera hecho, si la hubiera mirado, habría notado la cara de una mujer enamorada.

No, Nicolás no le vio la cara, pero sintió el momento en el que ella se pegó a él, ansiosa, con urgencia, casi con violencia; el instante en el que tomó lo que la boca de Nicolás le ofrecía. Besó sus labios, buscó su lengua, le acompañó en el viaje. Lamió sus labios, probó su lengua, se unió a él. Mordió sus labios, bailó con su lengua, se dejó llevar.

Enterró las manos entre su pelo y lo besó. Lo besó hasta que lo sintió sonreír debajo de sus labios y un cosquilleo le subió desde el centro del pecho.

—¿Qué sucede?

—No recuerdo que antes te comportará de forma tan osada —aseguró Nicolás. Estaba feliz.

—Quizá porque no era fácil traspasar la barrera de la que te rodeabas.

—¿Y ahora qué?

—Algo la ha desmoronado.

Nicolás no pudo contener la sorpresa. Nunca hubiera imaginado aquella respuesta. Quizá tenia razón.

Ella lo besó de nuevo.

—No dejas de sorprenderme —confesó cuando finalizó el tórrido beso.

—A estas alturas, sé exactamente lo que busco —contextó con la voz ronca por el deseo—. Y conozco a la perfección lo que encuentro.

No hubo más palabras. Nicolás se quedó atrapado en la piel de su garganta, que asomaba por la camisa medio abierta. Pero Clara necesitaba más, más de él, que le recorriera el cuello entero, que le abriera el vestido y la cubriera con sus caricias.

Fue ella la que se desabrochó los botones... Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

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lunes, 30 de octubre de 2017

"Esa cálida noche", de LOLA XAXO (ESPAÑA)

Fragmento perteneciente al libro "Yo, Isis, la de los mil nombres", de fecha 2007  d.n.e.



Por fin nos retiramos ceremoniosamente pero, al traspasar la puerta de nuestros aposentos, él me tomó en sus brazos y me levanto en el aire como una pluma, dejándome caer suavemente sobre la seda del lecho. Al inclinarse sobre mí para besarme apasionadamente, sentí la urgencia de su sexo. Mi manto había caído al suelo y mis muslos y mis senos estaban ahora al descubierto.

Con la agilidad de un tigre en celo, se colocó sobre mi cuerpo palpitante y sentí la fuerte embestida de su virilidad llenar todo mi ser. Oleadas de un calor dulce y de un amor como nunca había sentido me recorrieran desde el vientre hasta la raíz del pelo. Me rendí completamente a aquella sensación nueva y, mientras mi presencia parecía escaparseme para ir a encontrarse con la suya, todo mi ser quería llenarse de el, más y más.

Por fin, algo dentro de mí estalló y rompí en una violenta crisis de llanto, que liberó toda la tensión almacenada durante aquellos días interminables. Úsier, entonces, rugió como una fiera herida y una ola intensa y húmeda invadió mi interior.

Después de aquel primer momento de arrebato, una dulzura como nunca había soñado hizo rebosar de gozo mi corazón. Mi esposo besaba mis labios dulcemente, en un roce casi, mientras una mano experta desprendía la peineta triangular de lapislázuli que sostenía mi peinado y la plata oscura de mi cabello se esparció por el lecho, sembrándolo de las pequeñas flores azules que la adornaban.

—Eisset… ¡te amo!

Todo mi ser respondió al unísono. Reía, pero las lágrimas no paraben de brotar de mis ojos. Mi cuerpo seguía deseando su contacto y un estremecimiento me recorrió el alma cuando su mano empezó a explorarlo, hábilmente, bajo los pliegues de mi vestido. Tiró de la cinta que lo sujetaba y quedé enteramente desnuda ante él. Mis ojos se clavaron en los suyos, inquisitivos. Mil preguntas pasaban por mi mente: ¿le gustaré yo a él, tanto como él a mí? y los dibujos de mi piel… ¿ no serán excesivos?

Él estaba mirándome, totalmente extasiado, con una expresión que jamás olvidaré.

—Eres… Oh, Eisset… ¡eres preciosa! Tu cuerpo está hecho para ser amado.

—Úsier… ¡Oh Úsier, cuánto te amo!

—Tu pie es más suave que la seda…, el perfume de tu cuerpo me trastorna, Eisset… Tus muslos son… cálidos, fuertes…, invitan a descubrir la dulzura que se oculta entre ellos. Déjame llegar hasta tu centro y sumergirme en tu goce. —Sus dedos se perdían ya más allá de mi vello, mientras con su otra mano acariciaba mis senos, haciendo tintionear de alegría las pequeñas campanillas. Sus labios empezaron a rozar los míos, suavemente: apenas un beso tibio que se prolongó hacia abajo, buscando todas las curvas de mi cuerpo, con fruición golosa.

No pude articular más palabras, tan sólo pronunciar su nombre. Nos amamos largamente, intensamente, en un silencio interrumpido tan sólo por profundos gemidos de placer, sollozos de éxtasis, y por el sonido de aquellas campanillas que aún pendían, milagrosamente, de mis pezones.

Así llegó la noche y nos sorprendió el alba, abrazandonos sin descansar. Los manjares y los vinos quedaron intactos y muy pronto lo rayos del primer sol aparecerían ya en el horizonte.

—No quiero apartarme de ti, amada. Tu cuerpo me reclama todavía.

—Aún hay tiempo, amado. Relajémonos con un baño.

—Úsier atravesó el aposento hacia el estanque privado y yo deslicé sobre mis hombros una tenue túnica de tul hasta los tobillos que, más que cubrir mi desnudez, la acentuaba. Mientras, a la luz de los cientos de velas que iluminaban cálidamente la estancia, mis ojos repasaban con admiración sus brazos fuertes, su espalda musculosa, sus apretadas nalgas.

Él se había sumergido en el agua tibia, saturada de aceites perfumados y afrodisíacos y me miraba también, totalmente arrobado. Con movimientos lentos y premeditados fui sumergiéndome en el estanque, bajando muy despacio por la escalinata, entre lotos azules y amarillos, dejando que el agua fuera comprimiendo el tul empapado contra mis formas, destacando cada uno de mis encantos. Las campanillas colgantes resonaban, respondiendo a mis movimientos sinuosos.

—Es muy excitante tu cuerpo, Eisset. Lleva siempre esas campanillas para mí, mi dulce amor.

Él había vuelto a tomarme en sus brazos y, en la ingravidez del agua, sentí de nuevo la arremetida urgente de su deseo. Mi cabellera y yo flotábamos casi en la superficie mientras él, totalmente excitado y apoyado en una de las paredes del estanque, me sujetaba por las caderas haciéndome balancear, en un movimiento creciente que me acercaba y me alejaba de él cada vez con más fuerza, hasta que yo, sin poderlo evitar, tomé impulso, me alcé sobre mi cintura y me abracé a su cuello. En aquel momento, los dos estallamos en un solo bramido salvaje, casi brutal, mientras nuestros cuerpos se arqueaban y se contorsionaban en el agua del estanque, sin separarse aún, presos de una fuerza desconocida que nos convulsionaba.

Seguimos así mucho tiempo, él muy profundamente en interior y yo envolviéndole con todo mi ser, con todo mi amor, experimentando largamente aquellas oleadas de placer que, de tanto en tanto, nos recorrían y nos hacían estremecer al unísono. Y aún así, yo sentí que le necesitaba aún más profundo, aún más dentro de mi ser. Hubiera querido fundir nuestros cuerpos, hubiera querido que aquel momento no acabara jamás…

En aquel estado nos sorprendió el aviso de que el un nuevo día habían llegado. Era ya tarde; poco a poco, fuimos relajándonos y pudimos por fin separarnos. Un curioso sentimiento de pérdida de una parte de mí misma, me invadió.

Floté durante unos minutos más en el agua, dejándome mecer por las ondas que Úsier provocaba al salir.

—Eres adorable, amada mía. Hubiéramos debido concebir a nuestro hijo de esta forma, mi reina.


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domingo, 29 de octubre de 2017

"Noche de perros en el Matarraña", de SOLEDAD BELTRÁN BOIX (ESPAÑA, 1951-- D.N.E.)

Fragmento perteneciente al libro "La dama de seda", de fecha 2009  d.n.e.



...En mi fuero interno maldecía la tormenta que me había obligado a pernoctar en aquel antro aislado, perdido entre pinares y roquedos, interrumpiendo mi trayecto desde Tortosa hacia la villa calatrava de Valderrobres. En tan hermosa ciudad —edificada escalón tras escalón sobre la colina de la fortaleza y rodeada de torres y murallas que se miran en el río— pensaba concluir un trato comercial con un vinatero. No fue así porque, a fe mía, algún diablillo travieso había decidido trastocar mi vida de forma irremediable.

De todos modos, esa noche no podía sentirme totalmente desolada ya que a pesar del aspecto de la casucha había conseguido un aposento para mí sola —todo un lujo— con jergón de paja limpia y un orinal de barro no demasiado sarnoso. El mesonero me había entregado también una palmatoria con vela nueva para alumbrar las tinieblas de tan desapacible noche. Y el astuto duendecillo me había preparado además una dulce sorpresa.

Estaba terminando mi plato de estofado de jabalí y una generosa jarra de buen vino del país cuando se acercó el posadero visiblemente preocupado, acompañado de un hombre alto y enjuto, oculto bajo el capuchón de su manto mojado.

—Perdonad mi atrevimiento, joven mercader, pero estoy en grave apuro. Acaba de llegar este viajero y no me queda más aposento que el vuestro. Si tuvieseis a bien compartirlo con él...

Un rayo de terror me recorrió la espalda ante la sola idea de dormir en el mismo camastro con un desconocido. En una fracción de segundo me vinieron varias imágenes, cada cual más indeseable: desde inventar una enfermedad contagiosa, con lo cual podía ser yo quien acabara bajo la lluvia, o dormir toda la noche de espaldas al individuo —si dormir fuera la palabra correcta—. ¡Y no quería ni pensar qué sucedería si descubriera que era mujer! Sin embargo, algo entreví en aquella figura, un gesto, la forma de morderse el labio inferior —única parte visible bajo la capucha— que me desconcertó un instante y luego me sorprendí a mí misma diciendo con firme voz varonil:

—No hay problema, posadero. No tengo inconveniente en compartir con él mi alcoba.

—Traed entonces una jarra de vuestro mejor vino para el muchacho por el favor que me ha hecho —sugirió el desconocido mientras echaba hacia atrás la capucha—. Mi nombre es Manrique de Salas, mercader zaragozano. ¿A quién debo agradecer tanta bondad?

—Berenguer de Queralt, señor —respondí con voz ronca, como de aguardiente, y el cuerpo tenso y agarrotado como un palo—. Soy mercader de lanas y vinos de la villa de Castelló.

Se sentó enfrente, en un taburete, y cuando el tabernero hubo regresado a sus toneles, susurró: "por todos los cielos, Berenguela, ¿qué hacéis aquí, vestida de esa manera?"

—¡Oh mi señor! ¡Sois vos! ¡No puedo creerlo! ¡Sois vos y estáis bien! ¡Estáis libre! Mas..., ¿qué hacéis vestido de mercader, sin vuestro clamys? ¿Por qué habéis rasurado vuestra barba? ¿Y esos cabellos largos? ¡Es que ya no pertenecéis al Temple, don Alonso? —pregunté esperanzada.

—Creo que habrá que hablar largo y tendido por ambas partes. Demasiado tiempo.

—¡Cinco años, señor! ¡Cinco años sin veros ni sabre de vos! ¡Aún creo que estoy soñando, que lo que está pasando es fruto de mi imaginación! Mas ahora, disimulemos, pues se acerca el mesonero con el vino.

Oh, boca que sorbía mi boca. Oh, brazos fuertes y musculosos, estrujándome contra su pecho. Oh sus ojos, negras antorchas de luz en los míos. Oh, mi señor don Alonso, mi amor, mi dios, mi cadena.

Oh, la mísera y dichosa yacija que acogió sobre sus pajas nuestros cuerpos desnudos. Oh, la luminosa vela, deshilándose gota a gota, como nuestro deleite y nuestros anhelos.

Oh, tormenta, fría y desapacible, dulce cuna que envolvió en su manta de truenos la calidez de nuestros besos.

¡Oh, amor! ¡Oh, mi señor! ¡Oh, momento, mil veces soñado, mil veces deseado! ¡Oh, mi señor, ojos, boca y cuerpo de mi señor en el mío!

Y luego, con nuestros cuerpos abrazados, quitándonos la palabra con preguntas y besos, con besos y respuestas.

Su exilio, él, en una lejana encomienda de Aragón, dos años en los más bajos servicios. Luego, el perdón de sus superiores y la prohibición de aproximarse al reino de Valencia. Más tarde, mientras besaba mis cabellos cortados, habló de sus funciones de enlace en el Temple. "Son malos tiempos —decía—. Hay que estar preparados para lo peor". Pero luego volvía a besarme y a abrazarme: "¡Cuánto te he añorado, amor mío! ¡Me sentía morir ante la idea de no volver a verte jamás! ¿Cómo he podido sobrevivir a tal tortura?" Y yo asentía, yo también sentía lo mismo, yo también le amaba.

—¡Qué hermosa eres, Berenguela! —repetía embelesado, mientras sus manos recorrían mi cuerpo, anhelantes—. ¡Eres aún más hermosa de como te recordaba!

Y yo, aturdida, feliz, completa. Toda ojos y labios y manos que acariciaban y cuerpo que lo recibía. Y entre beso y caricia le narré la muerte del arriero y mi huida. Y mi amado quería matarlo con sus propias manos. "¡Pero si ya está muerto!". Pero luego reía con el corte de trenzas, nuestros disfraces varoniles, nuestros oficios deseados, nuestra vida de crápulas en los figones. "¡Qué par de dementes!". Y por fin, la muerte de Valeria, mi dolor, mi desamparo. Y él amaba y quería cubrir con besos tantas soledades.

Su mueca de celos al hablarle de Ezra. Yo, henchida de orgullo. "Oh, amor mío. No tengáis temor: todo sois vos para mí. Todo habéis sido vos. Todo seréis vos".

Un sueño, sí... Un sueño de una noche breve y gozosa como los sueños dichosos. Han pasado tantos años que aún siento sus labios cálidos sobre los míos y el llanto y el desgarro, tan doloroso, de la despedida.

Y luego la áspera soga de días. Días que caen fríos como la escarcha.

Más tarde, la aceptación de la realidad, árida y sin esperanza como las pesadillas. Y el vacío..., y la noche larga, larga, larga, de la nostalgia...


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sábado, 28 de octubre de 2017

"Soñé con tus besos", de CRISTINA DE FERCEY (ARGENTINA, 1915-1999).



Soñé, con tus besos,
tus labios tan puros,
mis labios besando.

Sentí junto al mío,
el calor de tu cuerpo.

Besé tus cabellos,
tus ojos, tu cuello
.

Me embargó la dicha
el calor de tu aliento.

Estreché en mis brazos
de madre que adora,
tu cuerpo, en delirio,
¡con celos de loba!

Te besaba tanto...
¡Tanto!,
que cansado,
te estreché rendida
en mis brazos, amado...

¿Cuánto tiempo fuiste,
niño en mi regazo?

> ¿Bien, junto a mi pecho,
durmiendo en mis brazos?...

La luz de la aurora
se infiltró en mi lecho.

Vi mis brazos fríos,
cerrados, vacíos...,
como en un delirio...
...¡Apretá mi pecho!...

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viernes, 27 de octubre de 2017

"Te sigo amando", canción del grupo musical "JAZMÍN DE LUNA".


Cuando la noche azul
descanse en tu ventana
y otra luna, al fin,
se duerma en tu almohada…
te sigo amando.
Cuando la suave lluvia
bese tus cabellos,
y otra rosa beba
gotas de tus besos...

yo te sigo amando.
Cuando las olas rompan
este gran silencio
se descubra el mar de amor
que hay en mi pecho...,
te sigo amando,
como siempre
y más que siempre.

Y es que al final de cuentas
tú me has cautivado,
me enseñaste el cielo,
y sin poder tocarlo
voy muriendo lento
sin sentir tus labios.
Tu cuerpo, mujer, sueño,
y vuelo imaginariamente
en alas de tus brazos
A encontrar tu mundo,
y seguiré buscando
si al final de todo,
yo te sigo amando
como siempre,
y en silencio...

Cuando tú fuego quiera
arder en mi fuego
y otra brisa robe
de tu piel el deseo...,
te sigo amando
Cuando mi flor derrame
su aroma en tu cuerpo
y otra boca invada
el perfume en tu cuello
…,
te sigo amando.
Cuando mi luna brille
de amor en tu cielo
y otra nube ciña
esa luz en su pecho…
te sigo amando,
con mi cuerpo
y con mi mente.

Y es que al final de cuentas
tú me has cautivado,
me enseñaste el cielo,
y sin poder tocarlo
voy muriendo lento
sin sentir tus labios.
Tu cuerpo, mujer, sueño,
y vuelo imaginariamente
en alas de tus brazos
a encontrar tu mundo,
y seguiré buscando
si al final de todo,
yo te sigo amando
como siempre,
y más que siempre…

...Y pensar que sientes
lo que estoy sintiendo,
que me quieres tanto
como yo te quiero,
amor.
Es mi cruz amarte,
siempre, siempre,
y en silencio.

Y es que al final de cuentas
tú me has cautivado,
me enseñaste el cielo,
y sin poder tocarlo
voy muriendo lento
sin sentir tus labios.
Tu cuerpo, mujer, sueño,
y vuelo imaginariamente
en alas de tus brazos
a encontrar tu mundo,
y seguiré buscando
si al final de todo,
yo te sigo amando
como siempre,
y más que siempre…

...y vuelo imaginariamente
en alas de tus brazos
a encontrar tu mundo,
y seguiré buscando
si al final de todo,
yo te sigo amando
como siempre,
y más que siempre…

...y vuelo imaginariamente
en alas de tus brazos
a encontrar tu mundo,
y seguiré buscando
si al final de todo,
yo te sigo amando
como siempre,
y más que siempre…


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jueves, 26 de octubre de 2017

"Beso tu verso", de ALMUDENA DE LA FUENTE JERÓNIMO , seudónimo DUNA (ESPAÑA)

Poema perteneciente al libro "Bies de la vida", de fecha 2011  d.n.e.



¡Letras, Versos, Universo!
¡En tu sangre hecha poema!
¡En tu mano sembradora!
¡En tu lágrima que quema!

Y yo quisiera besarte
verso a beso, beso a verso.

Letras de piel encendida
aromadas de beso a beso,
almas bordadas de vida
en incansable embeleso.

¡Beso tus versos, poeta!
¡Poeta tus versos beso!

Por tus palabras, ¡te quiero!,
por tus dones de quijote,
por tus quimeras y ensueños,
por sacarme siempre a flote.

¡Te hago el amor al mirarte,
y al mirarte beso tu alma!

Y existo con tu existencia,
amando siempre tu pluma,
y el vigor de tu presencia
a mi tristeza la esfuma.

¡Besarte quiero poeta,
besar con mi alma tus versos!

Verso a verso y beso a beso,
¡poeta te estoy amando!
Vuelva tu verso a besarme,
que mi boca está esperando
.

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miércoles, 25 de octubre de 2017

"Escribir(te)", de BEATRIZ GÓMEZ SANTOS (ESPAÑA)

Poema perteneciente al libro "Vértigos y vuelos", de fecha 2016  d.n.e.



Si tuviera que escribir sobre refugios
escribiría sobre tu pecho.

Si tuviera que escribir sobre abrigo,
te abrazaría.

Si tuviera que escribir sobre sueños,
dormiría contigo o te observaría dormida.

Si tuviera que escribir sobre acantilados,
me acordaría de tus piernas.

Si tuviera que escribir sobre abismos,
residiría por dos días en tu ombligo.

Si tuviera que escribir sobre la vida,
sin duda me metería en tus ojos.

Si tuviera que escribir sobre aeropuertos,
volaría sin alas por tu espalda.

Si tuviera que escribir sobre principios,
pensaría en el último otoño.

Si tuviera que escribir sobre auxilio,
te gritaría desde mi ventana.

Si tuviera que escribir sobre viajes,
te besaría.

Si tuviera que escribir sobre el arte,
pensaría en tus manos.

Si tuviera que escribir sobre un lugar para vivir,
sería en tu cuello.

Si tuviera que escribir sobre un alimento,
sería tus labios.

Si tuviera que escribir sobre calor,
pensaría en tu forma de querer.

Si tuviera que escribir sobre amaneceres,
me acordaría de nuestras mañanas.


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martes, 24 de octubre de 2017

"Jacko. Tras el destino", de FRANK HEAD.

Fragmento perteneciente al libro "Jacko. Tras el destino", de fecha 2014  d.n.e.



«Tomé a Bianca e hice que mi boca siguiera a mis manos: acaricié su cara, besé su cara; acaricié su frente, besé su frente; acaricié su cuello, besé su cuello; acaricié su boca, besé su boca. Despacio y sin prisas disfrutamos del momento, los dos sabíamos lo que iba a suceder y ambos deseábamos que sucediera. Bianca me besó en la boca, me besó en el cuello y terminó en el lóbulo de la oreja, donde me dejó una pequeña mordida que encendió, mi ya de por sí, encendido deseo.

Apasionadamente la besé en la boca, ella me besó con las mismas ganas, nuestros labios se perseguían y bailaban al mismo compás. Ella movía un poco sus labios y los míos la seguían, yo movía un poco mis labios y los de ella me seguían, delicioso baile de besos.

Mientras los besos se hacían más largos nuestras manos se iban moviendo delicadamente buscando piel que acariciar. Moví mis manos por la parte trasera de su cuello acariciándola suavemente, la piel de Bianca era exquisita y delicada, así que la acaricié por un buen tiempo mientras los besos seguían guiando nuestra pasión. Ella respondió acariciando mi pelo, mi cara, mi cuello... Eléctricos escalofríos me recorrían de pies a cabeza.

Mis manos llegaron a su cintura y delicadamente levanté su blusa, por debajo acaricié su espalda. Bianca se encorvó un poco para que yo pudiera levantar la blusa, así que la saqué por encima de su cabeza. Me separé un poco de ella para poderla ver sin blusa. Su cuello era perfecto, su busto delicioso y su abdomen liso y terso. Llevaba un bra de encaje en color beige que de sólo verlo hizo que mi excitación creciera incontrolable. Ella me volvió a abrazar con fuerza y nuestros labios se unieron con amor y pasión, mientras nuestra piel se mezclaba en ardiente unión.

Entre besos, caricias y más besos, las manos de Bianca se movieron por mi pantalón hasta que lo desabrochó, moví un poco mis piernas de tal forma que cayeron al piso sin ningún esfuerzo. Ella rió un poco al ver con qué facilidad había logrado quitarme los pantalones, no se había dado cuenta de que yo le había ayudado un tanto, pero al fin eso era lo de menos. Ahora fue ella la que se separó un poco para verme de cuerpo entero, sólo llevaba puestos unos boxer azules, que cuando me quité los calcetines, fueron lo único que quedó en mi cuerpo.

-¡Me encantas! Me gusta tu cuerpo. Me gusta tu abdomen. Me gustan tus músculos. Y me encantan tus pompas -dijo Bianca con su sonrisilla, mientras me volvía a abrazar y me besaba apasionadamente, en tanto sus manos acariciaban todo lo que ella había descrito.

Sus manos recorrían mi espalda, tocaban mis brazos, bajaban por mi cintura, tocaban mis pompas por encima de mis boxers y todavía lograban llegar a mis piernas, yo le ayudaba acomodándome a su conveniencia.

Ahora fui yo quien desabrochó la falda que Bianca llevaba puesta y ella la que ayudó para que que la falda cayera al suelo en sólo un movimiento. Y con ese mismo movimiento logró quitarse los tacones que quedaron a un lado de la falda, la blusa, mi pantalón y mi camisa. Un montón de ropa que era testigo de nuestra casi total desnudez.

Era increíble lo que veía: ¡era perfecta! Y era mía, totalmente mía. Nunca había visto tanto amor como en ese momento. Bianca se veía hermosa cuando estaba vestida, pero llevando sólo su ropa interior se veía aún mejor, espléndida, radiante, bellísima. Nunca vi tanta belleza en una sola persona, "transparentemente bella".

Pude admirar completamente su belleza, ataviada sólo con un hermoso bra y unas deliciosas bragas que hacían juego. Ambas prendas, de encaje color beige, que me gritaban desesperadas que las tirara al suelo. Y eso iba a hacer, disfrutando cada segundo como si fuera el último, éste era el momento que ambos habíamos esperado durante años. ¡Cómo amaba a Bianca!

Ya sólo con nuestra ropa interior, las caricias, los abrazos y los besos fueron más placenteros. la recosté en mi cama y la besé desde la punta de los pies y hasta la punta del pelo, sin perder ni un detalle de todo lo que estaba en el camino. Suavemente toqué sus pies, dándoles un ligero masaje, que ella agradeció con sonidos de satisfacción, Bianca disfrutaba de todas mis caricias. Subí por sus piernas y besé cada centímetro de sus pantorrillas. Acaricié sus muslos y rocé sus bragas, lo que provocó que ella diera un pequeño saltito. La miré a los ojos y vi que sonreía, haciéndome un gesto para que siguiera. Y seguí "poco, lentamente poco a poco". Besé sus piernas y subí por su cintura. Acaricié su abdomen y besé cada una de sus costillas, provocando una pequeña risilla de Bianca cada vez que saltaba de una a la siguiente. llegué a su pecho y me encontré con el bra que ella aún llevaba puesto. Era el momento de echarlo al piso junto con el resto de nuestra ropa. Así que la volteé delicadamente, poniéndola boca a bajo, aproveché para besarle toda la espalda, mientras mis manos le daban un suave masaje en los hombros. Cada movimiento que hacía le provocaba escalofríos que recorrían toda su espalda, ella disfrutaba, yo la complacía y también disfrutaba.

Desabroché su bra y la volteé nuevamente, en el movimiento la prenda fue a dar hasta el piso. Ahora Bianca yacía boca arriba sin más ropa que sus bragas. Era el momento de disfrutar de sus hermosos senos. Piel blanca y tersa, piel firme y joven, piel redondeada y abultada.

Besé y acaricié los senos de Bianca con amor y delicadeza, ella suspiraba y disfrutaba. Mientras yo me perdía en sus pechos, Bianca me acariciaba la cabeza y me la estrechaba cada vez más hacia el cuerpo. Me besaba su blanca piel, mas me atraía hacia su pecho, fundidos en caricias infinitas.

Pasé luego al cuello y la besé con pasión. Bianca ardía. llegué a su cara y le besé los ojos, las cejas, la nariz, todo lo que encontraba. A cada movimiento que yo hacía ella respondía con un abrazo, un beso, una caricia. Me apretaba, me besaba, me estrujaba, me hacía sentir amado, "uno entre mil". Mordisqueé un poco sus orejas, ¡ah, cómo disfrutábamos!, la besé como si besara a una Diosa, al final, eso era ella para mí.

Nos abrazamos con fuerza, ahora sólo se interponían entre nosotros mis boxers y sus bragas, era tiempo de también echarlos al montón de ropa que se acumulaba en el piso».



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martes, 17 de octubre de 2017

"Beso a beso", canción interpretada por EZEQUIEL PEÑA HERNÁNDEZ (MÉJICO, 1968-- d.n.e.)

Canción de ABELARDO FLORES que apareció en el album "El de Nayarit", de Ezequiel Peña, de fecha 2005  d.n.e.



Quise comprarte un vestido que ayer vi,
y al preguntarme por tu talla contesté:

—«De sus medidas no me acuerdo,
mas tengo datos que en el alma me grabé,
a la que quier,o tanto tiempo he disfrutado,
de sus medidas solo en besos me las se.

Son veinte besos de su mano hasta su cuello,
son ciento treinta desde el cuello hasta sus pies,
noventa besos es lo que mide su pecho,
de su cintura son tan sólo veintiséis,
de su cadera, la verdad que no me acuerdo...,
siempre me pierdo cuando llego a ochenta y tres».

—«Hoy con mis labios otra vez vine a medirte.
Hoy beso a beso quiero recorrer tu piel,
y aunque hoy no pude regalarte ese vestido,
quiero besarte como ayer y como "antier".
Y cuando notes que al medir pierdo la cuenta,
hazme una seña y comencemos otra vez.

Y si notas que me pierdo, ¡avísame "mi'ja"
y empezamos de nuevo!».

...« Son veinte besos de su mano hasta su cuello,
son ciento treinta desde el cuello hasta sus pies,
noventa besos es lo que mide su pecho,
de su cintura son tan sólo veintiséis,
de su cadera, la verdad que no me acuerdo...,
siempre me pierdo cuando llego a ochenta y tres».

—«Hoy con mis labios otra vez vine a medirte.
Hoy beso a beso quiero recorrer tu piel,
y aunque hoy no pude regalarte ese vestido,
quiero besarte como ayer y como "antier".
Y cuando notes que al medir pierdo la cuenta,
hazme una seña y comencemos otra vez.



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lunes, 16 de octubre de 2017

"Leonora Mildenburg y Gustav Klimt", de CARMEN TORRES RIPA (ESPAÑA, 1945-- d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Leonora", de fecha 2000  d.n.e.



Viena, 3 de mayo de 1917.

«Con Klimt he sido otra mujer distinta. Nada que ver con la seria alumna del Conservatorio y la recatada novia de Ernst. Me evadía del mundo real y su compañía me alejó definitivamente de Ernst. Gustav Klimt y yo hablábamos el mismo idioma. Me costaba pensar —aún no lo consigo— en sus 50 años. La diferencia de edad dejaba de existir cuando en nuestra conversación surgía el tema de la belleza y el arte. Los cuadros transmitían con facilidad su pensamiento. Y en ellos la música adquiría presencia y cuerpo pictórico. Un día me confesó que Mahler le había ayudado a componer los colores de su paleta con los sonidos. Fue con parte de sus consejos como hizo realidad el friso Beethoven, un mundo fantástico que llegué a comprender con su cercanía.

Klimt me hizo nadar en los cuadros como el mis sueños de niña. Flotaba en el aire mientras mi cuerpo perdía peso y se tornaba ingrávido. En su estudio me despojaba de mi identidad de Leonora para entrar a formar parte de una ceremonia mágica que hacía correr mi sangre y que me turbada la piel. En el estudio de Klimt guardaba la música en el alma a la vez que me convertía en pura carnalidad.

Me dejé peinar por él, desnudar y vestir. En sus brazos me sentí como una muñeca de trapo. Fui lo que quiso que fuera. Al principio me avergonzaba cuando me hacía adoptar extrañas y provocativa posturas, después medio igual, como si mi cuerpo hubiera dejado de pertenecerme. Y de alguna manera es verdad, lo repartió en infinidad de cuadros y apuntes, ya no es mío. Tendida en un brocado soñaba lo que luego, en la noche de mi cuarto, convertiría en música. Estaba embriagada, en un trance de inspiración contenida, como si la Leonora que en se amoldaba a los gustos del pintor fuera otro ser ajeno a la Leonora que en el mismo momento veía en el aire las notas de música ya escritas en el pentagrama. Mi música no podría existir sin Gustav. Carecería de sentido. Él impregnó mis estudios de brillo y sonoridad. Los 'glissandos' más rápidos que ejecuté sobre el piano sólo los pude escribir recreando los dedos de Klimt sobre mi cuerpo. Descubrí la pasión. Dejé de ser virgen así, en un éxtasis embriagador. Klimt empezó a recorrer mi cuerpo con suaves besos que me hacían cosquillas en los nervios más íntimos, sus ojos me miraban extraviados y me abandoné a un murmullo de sensaciones nuevas y deliciosas que fueron cambiando mi comportamiento sereno. Las piernas me empezaron a temblar, no podía controlar los espasmos que envolvían con urgencia mi vientre, mis brazos, mi pecho. Me aferré con terror al cuerpo que descendía rígido y enloquecido sobre mi, y apreté los músculos sin saber que algo nuevo ocurría.

No sentí dolor, ni tan siquiera sorpresa. La piel rebosaba de una calma nueva, mientras la inundaba un calor húmedo y dulce como sudor de verano. Me entregué al placer sin reservas. Floté en el cielo que había llenado de nubes mi infancia y me dejé llevar para luego ver es instante de placer en la cara de una diosa mitológica griega. En el lienzo Gustav me convirtió en Danae, con una lluvia de vida derramada en el vacío, y él, transfigurado en Zeus, en la parte de esa lluvia.

Me fui transformando a su gusto y desde que me conoció fui todas las mujeres de los cuadros que pintó. Todas eran Leonora. Mi pelo rojo alguna vez cambió de color para adaptarse al personaje que nacía nuevamente con mis ojos. Conocía con precisión cada rincón de mi cuerpo, me hizo gozar hasta la locura mientras hacía apuntes rápidos y alcanzaba el clímax del placer. Conseguía que la más grotesca de las sensaciones alcanzara la pureza máxima en el lienzo.

Poco a poco fue prescindiendo del oro y su trazo se hizo más nebuloso, rápido y escuento. Entré en su mundo pictórico cuando dejó el romanticismo anterior y su inspiración se llenó de erotismo. Su nuevo concepto del arte le había hecho admirar a Toulouse Lautrec, a Matisse, pero nunca dejó de recordar los colores barrocos y dorados de su amada Venecia. Yo que tanto admiraba 'El beso' de Rodin, fui en las manos de Klimt la mujer en colores de ese beso. Mientras sus labios entraban en mi boca y su cuerpo se pegaba al mío, él iba viendo el resultado final del cuadro. Lentamente, cuando recobraba la cordura, el placer del beso se hacía quieto, bello, distante, y el hombre se convertía en el segundo protagonista de la escena. Un hombre que casi siempre era él. Sus manos fuertes sujetaban mi cuerpo lánguido, su cabeza, normalmente oculta, se llenaba de hojas de hiedra. Hojas que repetía en sus paisajes cuando en verano se iba al lago Atter o al lago Garda. Allí, en una barca rodeada de limpias aguas, pintaba.

Cierta vez lo acompañe unos días. Me tendía en el interior de la barca desnuda, y mientras el sol rozaba mi cuerpo él pintaba casas llenas de enredaderas. No me dejaba levantar. Sin ropa hubiera escandalizado a los lugareños. A veces no le hacía caso y me zambullía en el agua. Así me dibujó más de una vez, flotando en el lago con el pelo revuelto como una medusa. (Esa sensación acuosa, libre, ingrávida y fría, cristalizó en la composición 'Juegos de agua', un estudio para dos pianos que, cada vez que lo tocó con Hans, me recuerda el lago Atter, mi infancia y el agua resbalando por mis brazos).

Gustav me decía que los paisajes le permitían descansar. En sus paisajes hay multitud de hojas, flores, caminos barrocos, son espacio rebosantes done el cielo no se adivina. Me gustan porque son terrenales y fantásticos. Abigarrados y serenos. Klimt consigue contrastes disonantes como en la música. Acordes extraños que producen desasosiego y dulzura».


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domingo, 15 de octubre de 2017

"Tríptico mítico. I", de ANTONIO PÉREZ PIERRET (PUERTO RICO, 1885-1937 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Bronces", de fecha 1914  d.n.e.



Entre los Pandavas, postrados de hinojos,
tejiendo la danza giras lentamente,
bajo el claro palio del cielo de Oriente
que irisa la noche de tus negros ojos.

Los sacros bracmanes sufren tus antojos
febriles y extraños de indiana serpiente,
y, ebria de deseos, en la lucha ardiente
por gustar la pulpa de unos labios rojos,

el velo te arrancas y surges desnuda,
y, cuando tus ansia de amor les arredra,
imploras a Krichna la cálida ayuda

lamiendo lasciva su rostro de piedra,
y al busto del ídolo tu carne se anuda
como a viejo tronco sarmentosa hiedra.


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sábado, 14 de octubre de 2017

"Gentil señora, vénzaos la humildad", de CERVERÍ DE GIRONA (ESPAÑA, c. 1259-c. 1290, d.n.e.)



Gentils domna, vença.us humilitatz
del vostr'amic que faitz morir languen;
per qu'eu vos prec que.l baysetz douçamen.
E ja non er dans ne tortz ne pecatz,
ans seria mager tortz, ço sabjatz,
s'el moria; c'un bays no.us costa tan
con vostr'amics a cels qui noyrit l'an.

Per Deu, fila, no.us sera malestan
si retenetz vostr'amic en baysan.

Gentil señora, vénzaos la humildad
de vuestro amigo, a quien hacéis morir languideciendo;
os ruego que le beséis dúlcemente.
Y no habrá daño en ello, ni falta ni pecado,
pues sería mayor falta, eso sabedlo,
que él muriese; pues un beso no os cuesta tanto
con vuestro amigo
, como a los que lo criaron.

Hija, por Dios, no os será deshonroso
si retenéis a vuestro amigo al besarlo.


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viernes, 13 de octubre de 2017

"Flor de carne", de FÉLIX DE CÓRDOVA DÁVILA (PUERTO RICO, 1878-1938 d.n.e.).

Poema publicado en la revista "Juan Bobo" , de fecha 1917  d.n.e.



En sus contornos de mujer pagana
se confunden en bello maridaje,
sus perfiles de virgen otomana
y las ceñidas curvas de su traje.

Por el sutil y delicado encaje
su busto anuncia floración temprana,
como una rosa espléndida y lozana
que se quiere ocultar tras el ramaje.

Así crece y se expande su hermosura
bajo la gasa y la ajustada seda
pugnando por romper su ligadura.

Y mientras duerme silenciosa y queda,
un cisne rememora allá en la altura
la misteriosa seducción de Leda


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jueves, 12 de octubre de 2017

"Yokanan" de ANTONIO NICOLÁS BLANCO (PUERTO RICO, 1887-1945 d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "Plumas amigas", de fecha 1912  d.n.e.



¡Oh Juan!, poeta bíblico, con tu melena lacia,
tu rostro melancólico y tu mirar de sol,
a la princesa altiva de regia aristocracia
el alma le encendiste de aciago resplandor.

Un ósculo vibrante de indómitos anhelos,
tus labios le negaron con místico desdén,
bailó la danza lúbrica, vistiendo siete velos
en la embriaguez sublime de sangre y de placer.

Y en premio al juramento del pálido Tetrarca
desprecia los joyeles miríficos del arca,
exige tu cabeza de símbolo fatal...

La mira, la acaricia, se burla de los sabios,
y el ánfora divina de tus divinos labios
vibró bajo el azote de un beso terrenal.



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miércoles, 11 de octubre de 2017

"Del beso y el amor", en "Crónica de Don Mexiano de la Esperanza, Caballero de la Fe", de MIGUEL DAZA (ESPAÑA, s. XVI d.n.e.)

fragmento perteneciente al libro "Crónica de Don Mexiano de la Esperanza, Caballero de la Fe", de fecha 1583  d.n.e.




«Así naturalmente alcancó uno de los fines y no el menos procurado del amor, según dicen [Ambrosiusl es transformarse el un amante en el otro, el que ama, porque hablemos más claro, en la cosa amada, y emprimir hermosura en ermosura según algunos dizen [Platon, Fedro, e De amor] para d'esta manera hacer que se conserbe la hermosura en la especie, ya que no se puede conserbar en el indibiduo. Y como para este trueque e junta son menester las visagras y lacos que los bayan juntando, buscan los amantes partes por donde más se comuniquen, no sólo lo que es corporal, mas aún lo spiritual y digno qu'es el alma. Y como la boca no sólo es dulce y tierna por fe del cuerpo, mas juntamente por ella salen aquellas palabras y anélito que son [***] como vestiglios del alma; y con aquel toque no sólo se muebe a dulcísimos deleites de amor, más juntamente siente avrirse una puerta a las almas de los dos amantes, las cuales traídas por un deseo de juntarse, la una con la otra, y así por allí se traspasan y trasportan por su beces conformes, y tan vien la una en el cuerpo de la otra; y de tal manera se enbuelben en uno que cada cuerpo de entramos queda con dos almas y casi un ánima compuesto de las dos gobierna y rige dos cuerpos. Y por esto el beso es ayuntamiento no sólo del cuerpo, mas también del alma; y como tal es deseado de los que se aman, porque mediante él se hace aquella junta que en casos de amor es tan deseada.

-O, prima, mil cosas por vida suya le preguntaría sino que noto que luego se me mete en unas filosofías que, aunque son verdaderas y agudas, son punosas para en conbersación tan llana como la que tratamos, que en mi berdad que me a contentado la racón estrañamente, mas es menester para vien entendella un comento, como Aley de Sulpicio; y aquí entre nosotras más llaneca y menos agudeca bastaría. [...]

-Ca, ca, mi señora Belisandra, no más que parece que baya a sangrar ella la respuesta. Pasemos con él vien adelante y diga vuestra gracia que más pasaron en la escalera.

-Pues a fe que pone el autor, -dixo Belisandra-, un entremés de amor vien gracioso, que puso allí y, aunque gasta el contallo tres o cuatro capítulos; y fue que como así un ratico estuviesen abracados los amantes gocando de aquella gloria que por el beso se les comunicaba, trabados en las manos, se quedaron así asentados en el escalera mirándose el uno al otro por más de dos oras de espacio.

-Prima mía, -dijo Lacerisa-, perdóneme lo que le dixe denantes y por vida suya, ¿qué es la causa d'essos raptos y suspensión en los amantes? Que a mí paréceme que tras tal cossa con quien vien quisiesse, que en parlar o en otras cosas pasaría el tiempo mío en estarme así cerca [***] mirando a quien vien quiero.

-Pues me torna, vuestra gracia, a mandar que haga lo que no es de mi facultad. [...] Sólo diré, y si fuere prolixa vuestra gracia me dirá [***], y así para saber lo que vuestra gracia desea se á de suponer que amor no es otra cossa, según la difinición de los sabios antiguos, sino un deseo de goçar lo que es hermoso; y porque el deseo nunca codicia sino lo que conoce, es necesario que el conocimiento sea siempre primero qu'el deseo; el cual naturalmente ama lo que es bueno [...]. Dios á ordenado la cosa d'esta manera: que cada virtud, cuyo oficio es conocer, tenga por conpañera otra virtud, cuyo oficio es codiciar; y porque en nuestra alma ay tres formas de conocer, es, a saber, por el sentido, por la racón, por el entendimiento, del sentido nace el apetito, el cual es común a los hombres y a las vestías; de la racón nace la eleción, que es propia del hombre; y del entendimiento, por el cual puede el hombre participar en los ángeles, nace la boluntad, de manera que, como el sentido no conoce sino cosas sensibles, así tanbién el apetito no codicia sino las mismas; y así como el entendimiento no tiene ojo sino a las cosas inteligibles, así la boluntad no alcanca otro mantenimiento sino los bienes del spíritu. El honbre de natura racional, puesto como medio entre estos dos estremos, puede, [...] inclinándose al sentido o lebantándose al entendimiento, llegarse a los deseos agora de una parte, agora de otra; pues supuesto esto, igual objeto del amor es lo hermoso, aquella hermosura que se contenpla en el rostro de una dama o en las buenas partes de un caballero, lo cual todo demana de Dios, así en estas como en todas las demás criaturas estendiéndose sobre todas ellas como los claros rayos del sol [...]. Pues como el sentido conoce aquello que su objeto, qu'es lo corporal y sensible, biene luego el apetito a desear aquella cosa corporal por el sentido conocida; y como el entendimiento pasa a las cosas espirituales deseando estar de ellas a la boluntad, biene la racón con una tuerca de amor a confirmar estos dos estremos [...]. Un día que en la cosa amada el sentido y el entendimiento alien sus objectos y [***] siguiente el apetito y la boluntad, y con una complacencia que el alma tiene de haber aliado tan agradable objecto está mantiniendo la boluntad de las cosas spiritualiçadas y el apetito de las sensibles, que tiene presentes, y con esto enpleado el alma con el deseo de la trasformación se suspende y arroba de suerte que cesan todas las operaciones que no sea aquello y así está el alma como si dixésemos en una gloria de amor, goçando de aquel mantenimiento para ella tan sabroso; y ésta es la causa del estarse suspensos los amantes, obrando solas las almas y zesando las conjúrales operaciones que la pueden estorbar.

-A fe, prima mía, -dijo Laucerisa-, que es muy buena la racón, mas algunas réplicas se me ofrecen, mas quiéralas dejar por no enfadalla». (ff. 102r-v).


Lucía Megías, José Manuel (ed.). Antología de libros de caballerías castellanos. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2001, pp. 325-327.


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martes, 10 de octubre de 2017

"Si tus ojos de miel", de CAYO VALERIO CATULO (ANTIGUA ROMA, h. 87 a.d.n.e. - 57 a.d.n.e.).



Si tus ojos de miel, Juvencio,
me permitieran sin fin besar,
los besaría trescientas mil veces

y nunca me sentiría colmado,
ni si más prieta que las secas espigas
fuese la cosecha de nuestros besos.


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lunes, 9 de octubre de 2017

"La calera", de RAFAEL ALBERTI MERELLO (ESPAÑA, 1902-1999 d.n.e.).


Calera que das cal,
píntame de blanco ya.
Pintado de blanco, yo
contigo me casaría.
Casado, te besaría
la mano que me encaló.

Calera que das la cal,
píntame de blanco ya.
Me casé con cal-y-nieve
y ya mi boca encalada
tan sólo a besar se atreve

su alba mano blanqueada.

Calera que das la cal,
píntame de blanco ya.
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domingo, 8 de octubre de 2017

"Capítulo V: El Jardín Perfumado" de JEQUE NEFZAQUI (ABU ABDULLAH MUHAMMAD BEN UMAR NAFZAWI) (TURQUÍA, siglo XV d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "El jardín perfumado, para el deleite del corazón", de fecha 1535  d.n.e.



Capítulo Cinco.


...No te unas con una mujer sin antes haberla excitado con caricias y juegos eróticos, y entonces el placer será recíproco.

Es aconsejable que se estimulen mutuamente antes de que introduzcas tu dekeur (pene) en la keuss (vagina). Excítala besando sus mejillas, chupando sus labios y mordisqueando sus senos.

Besa su ombligo y sus muslos y apoya una mano provocativamente sobre su pubis. Muerde sus brazos, y procura no olvidar ninguna parte de su cuerpo. Tenla cerca de ti hasta que ella sienta tu deseo, suspira y enlaza y piernas con los suyos.

Como dijo el poeta:

"Bajo su cuello, mi mano derecha
le sirve como almohada
y mi mano izquierda
la acaricia para llevarla al lecho".

Cuando estés con una mujer y veas que sus ojos languidecen y ella suspira profundamente, es decir, cuando ella desee hacer el amor, deja que ambas pasiones se mezclen y que la lujuria alcance su punto más alto; ése es el momento favorable para el verdadero goce.

Tu mujer experimentará entonces mayor placer, por eso también tu amor será mayor y ella se aferrará a ti. Se ha dicho que:

"Cuando escuches a una mujer suspirar profundamente,
y veas enrojecerse sus labios y orejas,
y languidecer sus ojos; entreabrirse su boca
y sus movimientos hacerse más lentos;
cuando la veas inclinarse como si fuera a dormirse
y bostezar con frecuencia, has de saber
que éste es el momento indicado para el coito.
Si la penetras entonces, el placer será supremo,
que sin duda proporciona el mayor placer a ambos
y ésta es la mejor garantía de que el amor perdurará".

Los siguientes preceptos provienen de un conocedor del arte del amor, y son bien conocidos:

"Tu mujer es como un fruto que sólo rinde su fragancia
cuando se le frota con las manos.
¿No es verdad que la albahaca no da su perfume
a menos que la calientes con los dedos?
¿O que el ámbar, a menos que se le caliente y manipule,
retiene su aroma oculto en su interior?
Lo mismo ocurre con tu mujer.
Si no la animas con travesuras y besos,
con mordiscos en los muslos
y fuertes abrazos,
no obtendrás lo que deseas.
No experimentarás placer cuando ella comparta tu lecho,
y tampoco ella sentirá afecto hacia ti
".

Se cuenta que un hombre, al interrogar a una mujer sobre qué cosas eran las más apropiadas para inspirarle afecto por un hombre, recibió la siguiente respuesta:

"Las cosas que desarrollan amor por el coito
son aquellos juegos eróticos practicados con anterioridad
y el abrazo vigoroso en el momento de la eyaculación.
Créeme, los besos, los mordiscos, el paladeo de los labios,
las caricias en los senos y el beber de la saliva
cargada de pasión... aseguran un afecto perdurable.

Al actuar de ese modo, las dos eyaculaciones
se producen al tiempo y el goce es completo para ambos.
Si ademas entra en acción el “jadeba”
no podrá concebirse mayor placer.
Si las cosas no ocurren de ese modo,
el placer de tu mujer será incompleto y, si sus deseos
no se satisfacen y su “jadeba” no entra en acción,
ella no sentirá amor por su compañero.
Pero cuando el “jadeba” funciona,
sentirá el más violento amor por su amante,

aún cuando se trate del hombre más feo de la Tierra.
Intenta eyacular con ella al mismo tiempo,
pues en ello radica el secreto del amor".

Uno de los poetas más famosos que han hablado del alma y los secretos de las mujeres, relata la siguiente confidencia femenina:

"Oh, vosotros, hombres que buscáis el amor y el afecto
de las mujeres, retozad antes de la cópula.
Preparadla para el goce y no olvidéis nada para ese fin.
Conocedla por cuanto hace y, mientras la amáis,
borrad de vuestra mente cualquier otro pensamiento.
No permitáis que el momento propicio al placer
pase inadvertido: esto sucederá cuando veáis
sus ojos húmedos y su boca entreabierta.
Uníos entonces, pero nunca antes.
Por tanto, hombres, cuando hayáis conducido
a vuestra mujer a la condición favorable,
dadle vuestro “dekeur”, y si os movéis adecuadamente,
ella alcanzará un placer que satisfará todos sus deseos.
No dejéis aún su pecho y que vuestros labios vaguen
por sus mejillas y vuestra espada repose en su vaina.
Tratad ardientemente de excitar su “jadeba”
y así vuestro trabajo será dignamente recompensado.
Si gracias al Todopoderoso, lográis el éxito,
tened cuidado de no retirar vuestro “dekeur”.
Dejad que que permanezca y apure la copa del placer.
Prestad atención y escuchad los suspiros y quejas
y murmullos de tu mujer, pues ellos dicen la intensidad
del placer que le habéis proporcionado.
Y cuando el cese del goce ponga fin a vuestra unión amorosa,
no os levantéis bruscamente.
Retirad vuestro “dekeur” lentamente,
y permaneced con ella yaciendo sobre vuestro costado
en este lecho del placer.
De este modo, todo saldrá bien, y no seáis como aquellos
que montan a una mujer como lo haría un mulo,
sin conceder atención a los principios del arte,
retirándose y aseándose tan pronto como han eyaculado.
Algo tan burdo privará a tu mujer de todo placer
".

Para resumir, el verdadero conocedor del arte de hacer el amor no deberá omitir ninguna de mis recomendaciones, puesto que de su observancia depende la felicidad de su mujer.

¡Alá ha hecho todo esto para que seamos mejores!

"Soy el primero de tus esclavos.
Al llegar la noche,
iré a tenderme junto a tu lecho…
dulce, muy dulcemente."


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sábado, 7 de octubre de 2017

"Cítara mía, hermosa", de GONZALO ROJAS PIZARRO (CHILE, 1916-2011 d.n.e.)



Cítara mía, hermosa
muchacha tantas veces gozada en mis festines
carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,
toquemos para Dios este arrebato velocísimo,
desnudémonos ya, metámonos adentro
del beso más furioso,
porque el cielo nos mira y se complace
en nuestra libertad de animales desnudos
.

Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane
la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas,
único cielo que conozco, permíteme
recorrerte y tocarte como un nuevo David todas la cuerdas,
para que el mismo Dios vaya con mi semilla
como un latido múltiple por tus venas preciosas
y te estalle en los pechos de mármol y destruya
tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza
de la vida mortal.


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viernes, 6 de octubre de 2017

"Elegía", de FEDERICO GARCÍA LORCA (ESPAÑA, 1898-1936 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Libro de poemas", de fecha 1921 d.n.e.



Diciembre de 1918. (Granada.)


Como un incensario lleno de deseos,
pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada.

Llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas
fruto de los besos
.

En tus manos blancas
llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana.

Como Ceres dieras tus espigas de oro
si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la virgen María pudieras
brotar de tus senos otra vía láctea.

Te marchitarás como la magnolia.
Nadie besará tus muslos de brasa.
Ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen como las cuerdas de un arpa.

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!
cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
Venus del mantón de Manila que sabe
del vino de Málaga y de la guitarra.

¡Oh cisne moreno!, cuyo lago tiene
lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los nidos marchitos que hay bajo sus alas.

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada.

Pero tus ojeras se van agrandando
y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
Virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza.

Eres el espejo de una Andalucía
que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve
y arañazos rojos hechos por miradas.

Te vas por la niebla del otoño, virgen
como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada.

La tristeza inmensa que flota en tus ojos
nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,

oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas.

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
Nunca llegó a tu oído la dulce serenata.
Detrás de tus cristales aún miras anhelante:
¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma

al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada!
Tu cuerpo irá a la tumba intacto de emociones.
Sobre la oscura tierra brotará una alborada.

De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos
y de tus senos rosas como la nieve blancas.
Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.


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jueves, 5 de octubre de 2017

"El sabor de tu boca y el color de tu piel", de PABLO NERUDA (seudónimo de RICARDO ELIÉCER NEFTALÍ REYES BASOALTO) (CHILE, 1904-1973 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Los versos del capitán", de fecha 1952  d.n.e.




(De "ODAS Y GERMINACIONES", I).

El sabor de tu boca y el color de tu piel,
piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
dímelo, fueron sin cesar a tu lado
por años y por viajes y por lunas y soles
y tierra y llanto y lluvia y alegría
o sólo ahora, sólo
salen de tus raíces
como a la tierra seca el agua trae
germinaciones que no conocía
o a los labios del cántaro olvidado
sube en el agua el gusto de la tierra
?

No sé, no me lo digas, no lo sabes.
Nadie sabe estas cosas.
Pero acercando todos mis sentidos
a la luz de tu piel, desapareces,
te fundes como el ácido
aroma de una fruta
y el calor de un camino,
el olor del maíz que se desgrana,
la madreselva de la tarde pura,
los nombres de la tierra polvorienta,
el perfume infinito de la patria:
magnolia y matorral, sangre y harina,
galope de caballos,
la luna polvorienta de la aldea,
el pan recién nacido:
ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
y vuelvo a ser contigo
la tierra que tú eres:
eres en mí profunda primavera:
vuelvo a saber en ti como germino.


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miércoles, 4 de octubre de 2017

"Señora, Dama, dueña de mis votos", de LEÓN DE GREIFF HAEUSLER (COLOMBIA, 1895-1976 d.n.e.)



Señora, Dama, dueña de mis votos!
¿cuándo veré tus ojos encantados,
tus manos inasibles, tus dedos abusados,
y tus cabellos -piélagos ignotos-

Cuándo veré tus ojos encantados,
y oiré tu voz de ritmos sosegados...!
Pero serán todos mis sueños rotos
por el furor de inevitables notos...
y tus manos pequeñas -los dedos ahusados-
no curarán mis rudos alborotos,
ni darán paz a mis martirizados
labios
, que ardieron odios y sedes y pecados...!

Señora, Dama, dueña de mis votos!
nunca veré tus ojos encantados,
ni tus cabellos -piélagos ignotos-
ni oiré tu voz de ritmos sosegados...,
ni besarán tus labios ambiciados,
sobre mi frente,
mis ensueños rotos...!


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martes, 3 de octubre de 2017

"Tu beso es ancla y tormenta", de ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY (MÉJICO, 1951-- d.n.e.)


Me tocas.
Siento tu frente en la mía,
suave primero,
cada vez más intensa.
Dices que así entro mejor
en tus ideas,
en tus recuerdos,
en tus sueños.
Como si entrara en el agua.

Casi al despertar me miras,
siento que me miras
con los ojos cerrados.
Dices que así me ves más hondo.

Me hueles.
Escucho que me hueles.
Dices que estoy en el aire que respiras.

Me devoras
lentamente
con tu sonrisa afilada,
navajas desenvainadas,
los dientes.

Me abrazas,
y te mueves como oleaje
llevándome
feliz
a la deriva.
Tu beso es ancla
y tormenta.

Fuertes y suaves a la vez,
tus labios,
como esa decisión
obstinada
en tener razón
para tirarla luego
toda
a estribor
por un beso.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado: Blog del poeta: http://albertoruypoemas.blogspot.com/
 
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lunes, 2 de octubre de 2017

"A una calavera", de FÉLIX LOPE DE VEGA CARPIO (ESPAÑA, 1562-1635 d.n.e.)


Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.

Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos
,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.

Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.

¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento?


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