lunes, 21 de agosto de 2017

"La alfombrilla de los goces y los rezos", de LI YU (CHINA, 1611-1680 d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "La alfombrilla de los goces y los rezos", de fecha 1657  d.n.e.



CAPÍTULO III.


... Véspero fue a visitar a un comerciante en arte y le compró un álbum de exquisitas imágenes del palacio de primavera hechas por la mano del académico Zhao Mengfu de la dinastía Yua. Había en total treinta y seis estampas que seguían los versos del poema Tang En los treinta y seis palacios todo es primavera. Llevó el álbum a casa y lo dejó en el dormitorio con la intención de mirarlo juntos para lograr que Esencia de Jade comprendiera que el acto sexual no es una cosa uniforme, sino que adquiere multitud de formas para nuestro placer.

—Este libro muestra que las técnicas de que te hablé no fueron inventadas por mí, sino que en tiempos remotos ya las practicaban los antiguos. Te he traído estos modelos a manera de respuestas a unos exámenes para demostrar lo que digo.

Cuando cogió el álbum de sus manos, Esencia de Jade no tenía la menor idea del tema que trataba, pero supuso que contenía paisajes o pinturas florales. Al abrirlo, vio que las dos primeras páginas llevaban un título en letras mayúsculas: IMÁGENES DEL PALACIO HAN. «En el palacio Han habría muchas mujeres virtuosas», pensó, «y estos deben de ser sus retratos; veamos qué aspecto tenían para haber sido capaces de hacer las cosas virtuosas que hicieron».

Pero cuando volvió la página, llegando así a la tercera, y vio a un hombre y a una mujer copulando completamente desnudos encima de una piedra ornamental, se le arrebolaron las mejillas y montó en cólera:

—¿De dónde has sacado algo tan pernicioso? El mero hecho de su presencia es suficiente para contaminar los aposentos de una señora. ¡Haré que la criada se lo lleve inmediatamente y lo queme!

Véspero alargó la mano para contenerla.

—Este es un ejemplar raro que vale cien taels y que le pedí prestado a un amigo. Si puedes permitirte el lujo de pagárselo, quémalo. Si no puedes, te ruego que lo dejes y me permitas gozarlo un día o dos antes de devolvérselo.

—¡Si quieres perfeccionar tu mente, hazlo contemplando caligrafías o pinturas famosas! ¿Qué sentido tiene mirar esta clase de álbum frívolo?

—Si este álbum fuera frívolo —respondió Véspero—, el artista no habría pintado estas imágenes ni el coleccionista habría pagado una suma enorme para comprarlo. Precisamente porque se trata del tema más serio desde la mismísima Creación, los artistas han elegido pintarlo, montarlo en seda, ponerlo a la venta en tiendas de arte, y conservarlo en bibliotecas... con el único propósito de aconsejarle a la posteridad sobre los modelos de conducta acertados. De lo contrario, con el correr del tiempo, se perdería gradualmente todo conocimiento del fortalecimiento recíproco del yin y el yang, maridos y esposas se rechazarían entre sí, cesaría la reproducción y, por último, se extinguiría la humanidad. No lo pedí prestado para mirarlo a solas, sino para hacer que comprendieras que este principio es el que posibilita concebir y dar a luz, y también para evitar que te veas desencaminada por un padre puritano, con lo que nunca podrás tener hijos. ¿Por qué te alteras tanto?

—Sencillamente, porque no creo que esta conducta sea respetable. Si lo fuera, ¿por qué los antiguos que establecieron nuestro código moral no hicieron que la gente lo practicara abiertamente a la luz del día, delante de otros? ¿Por qué insistieron en que se hiciera en privado, en secreto y en plena noche, en lugares oscuros, como si fuéramos ladrones? Eso demuestra que no es respetable.

Véspero se echó a reír.

—No puedo reprocharte estas opiniones. La culpa es de tu padre por mantenerte encerrada de puertas adentro sin que una amiga experimentada te hablara del sexo. Por tal motivo eres abismalmente ignorante. Tú piensas que soy el único hombre del mundo con estas inclinaciones, y que todas las mujeres del mundo son tan puritanas como tú, y que nunca lo hacen a la luz del día y se empeñan en esperar hasta la noche. No aciertas a comprender que todas las parejas lo hacen a la luz del día y que, cada vez que lo hacen, son francos al respecto y dejan que los demás se enteren. Dime una cosa: si los hombres y las mujeres no lo hicieran a la luz del día, ¿cómo supo de estas técnicas el artista? ¿Cómo pintó tan excelsamente las figuras, dotándolas de tanta vida que nos excitamos con sólo mirarlas?

—Bien, mis padres también son marido y mujer. ¿Por qué no lo hacen a la luz del día?

—¿Cómo sabes que no?

—Si lo hicieran, sin duda alguna vez los habría sorprendido mientras lo hacían. ¿Cómo explicar que en mis quince años de vida nunca me haya dado cuenta? Nunca he visto ni oído nada.

Véspero soltó una carcajada estruendosa.

—¡Mi pobre alma bendita! Los niños son los únicos que no ven ni oyen lo que ocurre a su alrededor. ¡No hay una sola criada ni un sirviente que no lo sepa! Cuando tus padres quieren hacerlo, esperan a que tú estés en otro sitio para echar el cerrojo a la puerta. Temen que, si los ves, tus deseos sexuales se vean estimulados y empieces a desfallecer por un amante y caigas en un estado de depresión; por eso te engañan. Si no me crees, pregúntale a la criada de tu madre si lo hacen o no en las horas diurnas.

Esencia de Jade meditó un momento.

—A menudo cierran su puerta durante el día para echar una siesta, y supongo que entonces podrían hacerlo. ¡Pero la sola idea es tan perturbadora! Tú mirándome, yo mirándote... ¿Cómo podríamos hacerlo así?

—Es diez veces más gozoso con luz, y lo más maravilloso es que, justamente cuando nos miramos el uno al otro, nos excitamos de verdad. Sólo hay dos tipos de parejas que nunca tendrían que hacerlo a la luz del día; pero, salvo estos, todo el mundo debería hacerlo.

—¿Cuáles son esas parejas?

—Un marido feo casado con una mujer hermosa y una esposa fea casada con un hombre apuesto.

—¿Y por qué ellos no pueden hacerlo a la luz del día?

—Nuestro goce depende de tu amor por mí y de mi amor por ti, además de la interacción de nuestras fuerzas vitales y vasos sanguíneos. Si la esposa tiene la piel blanca como la nieve, suave y delicada, una piel como el jade pulido a la perfección, cuando su marido le quita la ropa y la estrecha contra su pecho, estará todo el tiempo mirándola y, naturalmente, su excitación se multiplicará por diez, y lo que tiene entre las piernas automáticamente se endurecerá, se pondrá más rígido, más grueso, más largo. Pero imagina que la esposa vea que su marido parece un ogro, con la piel oscura y basta. Mientras él tenga la ropa puesta, ella no lo notará, pero cuando él se haya desnudado, su fealdad será plenamente visible. En realidad, no podrá ocultarse. Más aún, producirá tal contraste con la piel de ella, blanca como la nieve, que aquello que habría parecido meramente feo se verá horrendo. ¿No crees que ella reaccionará con asco? Y su asco se le notará en la voz y en la cara y, cuando el marido lo note, la dureza y la rigidez de lo que tiene entre las piernas automáticamente se ablandará, y el grosor y la largura mermarán. Lejos de obtener placer, se sentirá humillado. Le habría ido mucho mejor haciéndolo de noche, momento en el que podría haber ocultado sus defectos.

»Esto en cuanto a la esposa hermosa casada con un hombre feo. Al marido apuesto casado con una mujer fea le ocurre exactamente lo mismo y no es necesario que hablemos de ello. Sea como fuere, por eso digo que sólo hay dos tipos de parejas que no deberían hacerlo durante el día. Pero en el caso de parejas como tú y yo, igualmente blancos, rosados, suaves y delicados, si no obtenemos nuestro placer a la luz del día y nos mostramos nuestros cuerpos, escondiéndonos bajo la ropa de la cama y buscándonos a tientas en la oscuridad, ¿acaso no estamos escondiéndonos nuestros méritos, tal como hacen las parejas feas? Si no me crees, hagamos la prueba y comparemos el placer que extraemos con el que gozamos de noche.

Para entonces Esencia de Jade estaba casi convencida, aunque no dispuesta a reconocerlo. Sin embargo, un brillo rosado sofocó sus mejillas y apareció en sus ojos un destello sensual.

«Comienza a mostrar algo de interés», pensó Véspero. «Yo tenía pensado empezar enseguida, pero esta es la primera vez que se han despertado sus deseos y su apetito no está aún lo bastante desarrollado. Si se lo dejo probar ahora, será como un hambriento al ver la comida: la engullirá sin escena».

Véspero acercó un butacón, se sentó, puso a Esencia de Jade sobre sus rodillas, luego abrió el álbum y le mostró una imagen tras otra. Este álbum se diferenciaba de otros porque en la primera página de cada hoja contenía la estampa erótica, y en el dorso aparecía un comentario sobre ella. La primera parte del comentario explicaba la actividad pintada, mientras el resto alababa la habilidad del artista. La autoría de todos los comentarios se debía a escritores famosos.

Véspero dijo a Esencia de Jade que tratara de imaginarse a sí misma en el lugar de las personas allí representadas y que tratara de concentrarse en sus expresiones para poder imitarlas más adelante.

Mientras ella miraba las imágenes, él leía en voz alta los comentarios:

Pintura número uno. Posición: «Liberación de la mariposa en busca de fragancia». La mujer abre sus piernas y el hombre lleva el pincel de jade a su vagina y lo mueve de un lado a otro buscando el corazón de la flor. En el momento representado, la pareja sólo está en los comienzos y aún no ha alcanzado el éxtasis, de modo que ambos tienen los ojos abiertos de par en par y su expresión no se diferencia mucho de la normal.

Pintura número dos. Posición: «Dejando que la abeja haga miel». La mujer está echada de espaldas sobre la colcha de brocado, en el lecho, abrazándose a sí misma con las manos, y con las piernas en alto para salir al encuentro del pincel de jade y mostrándole al hombre la localización del corazón de la flor para que él no arremeta al azar. En el momento representado, la expresión de la mujer es casi voraz, mientras el hombre parece tan alterado que el observador siente ansiedad por él. El arte supremo en su momento más travieso.

Pintura número tres . Posición: «El pájaro perdido retorna al bosque». La mujer se inclina hacia atrás en el diván bordado con la piernas en el aire, aferrando las nalgas del hombre y orientándolas directamente hacia abajo. Ella parece haber entrado en el estado de éxtasis y teme perderlo. La pareja está en el momento de mayor esfuerzo y muestra una vitalidad extraordinaria. Esta escena tiene la maravillosa calidad de «pincel volador y tinta danzante».

Pintura número cuatro. Posición: «El caballo hambriento corre al pesebre». La mujer yace en el diván con los brazos alrededor del hombre como si quisiera limitar sus movimientos. Mientras él sostiene las piernas de ella sobre sus hombros, todo el pincel de jade penetra en la vagina, sin dejar nada fuera. En el momento representado, se encuentran en el instante de la eyaculación; están a punto de cerrar los ojos y de tragar cada uno la lengua del otro, siendo sus expresiones idénticas. El arte supremo, sin lugar a dudas.

Pintura número cinco. Posición: «Los dos dragones que luchan hasta caer». La cabeza de la mujer reposa al lado de la almohada y sus manos caen lánguidas, derrotadas, blandas como la seda floja. La cabeza del hombre reposa junto al cuello de ella, lánguido todo su cuerpo, también blando como la seda floja. Ella ha alcanzado el clímax y su alma está en un tris de volar en sueños de futuro. Es un estado de calma después de una actividad febril. Sólo sus pies, que no han bajado y siguen apoyados en los hombros de él, transmiten algún indicio de actividad, lo que lleva al observador a comprender su éxtasis y pensar en unos amantes sepultados juntos.

Cuando Esencia de Jade llegó a esta página, sus deseos sexuales estaban en plena ebullición y ya no podía dominarlos. Véspero volvió la página y estaba a punto de mostrarle la siguiente imagen cuando ella apartó el libro y se levantó.

—¡Vaya libro! —exclamó—. Hace que una se sienta turbada con sólo mirarlo. Léelo tú si quieres. Yo voy a echarme.

Véspero la tomó en sus brazos.

—Corazoncito, hay más imágenes muy buenas. Mirémoslas juntos y luego vayamos a echarnos.

—¿No tienes tiempo mañana? ¿Por qué tienes que terminarlo hoy?

Véspero sabía que Esencia de Jade estaba excitada, y la abrazó y la besó. Cuando la besaba con anterioridad, intentaba introducirle la lengua en la boca, pero los dientes de ella, firmemente apretados, se lo impedían. En consecuencia, después de más de un mes de matrimonio, ella aún no conocía su lengua. Pero en esta ocasión, en cuanto él le tocó los labios, esa lengua blanda y penetrante de alguna manera traspasó los dientes y entró en su boca.

—Corazoncito, no es necesario usar el lecho —dijo Véspero—. ¿Por qué no hacemos de este butacón nuestra piedra e intentamos imitar la pintura del álbum? ¿Qué me dices?

Esencia de Jade fingió encolerizarse.

—¡La gente no hace esas cosas!

—Tienes razón, la gente no las hace. ¡Las hacen los inmortales! ¡Seamos inmortales un rato!

Véspero alargó la mano y le desató el cinturón. El corazón de Esencia de Jade estaba bien dispuesto, aunque no sus palabras, y se limitó a colgarse del hombro de él sin ofrecer resistencia. Al quitarle los pantalones, Véspero notó una gran mancha de humedad en los hondillos, provocada por las secreciones de Esencia de Jade mientras miraba las imágenes. Véspero se quitó sus pantalones y la llevó al butacón, donde la hizo sentarse con las piernas separadas. Luego insertó su pincel de jade en la vagina, antes de quitarle la ropa que le cubría el busto.

Te preguntarás que por qué no empezó por la parte superior y fue bajando, en lugar de quitarle primero los pantalones. Tienes que entender que Véspero era un amante experimentado. De haberle quitado primero la ropa de arriba, pese a la excitación, ella habría seguido cohibida y planteado todo tipo de pretextos esquivos. Por eso él decidió adoptar en primer lugar la posición clave y dejar que cayera después en sus manos el resto del territorio, estrategia que en términos militares se corresponde con la de apoderarse del líder rebelde y destrozar su fuerte. De hecho Esencia de Jade no planteó resistencia, sino que le dejó soltar sus brazaletes de oro, desatarle el fajín de seda y despojarla del resto de la ropa, incluidas las prendas interiores y la banda del pecho, todo salvo los escarpines.

¿Por qué le quitó todo salvo los escarpines? Tienes que entender que a una mujer puede quitársele todo lo que lleva puesto, pero no los escarpines. ¿Por qué? Porque estos cubren las ataduras de los pies, y cuando las mujeres se atan los pies se ocupan de que la parte inferior se vea pulcra, pero dejan la parte superior descuidada y por ende poco atractiva. Más aún, en última instancia, los pies diminutos necesitan un par de pequeños escarpines encima si han de ser atractivos. Sin ellos serían tan desagradables a la vista como una flor sin hojas a su alrededor, y por tal motivo Véspero, astutamente, se los dejó puestos.

Después de desnudarla, él mismo se quitó hasta la última prenda y, luego, en pleno orden de batalla, separó los diminutos pies de Esencia de Jade y, colocándolos a los costados del butacón, empujó su pincel de jade y empezó a llevarlo a izquierda y derecha en el interior de la vagina, buscando el corazón de la flor, como en la primera imagen. Poco después, Esencia de Jade abrió los brazos y presionó hacia abajo en el asiento, forzando gradualmente a la vulva hacia arriba, al encuentro de la arremetida del pincel de jade. Si este iba a la izquierda, ella se movía a la izquierda para recibirlo; si iba a la derecha, se movía en este sentido. De pronto el pincel de jade llegó a un punto en el que le produjo una sensación, algo entre un dolor agudo y un escozor desmedido, sensación a la que no podía renunciar, pero que le resultaba insoportable.

—Mantenlo ahí —le dijo a Véspero—. No sigas empujando si no quieres matarme a puñaladas.

Véspero conoció que había llegado al corazón de la flor y la obedeció, concentrando sus fuerzas en el ataque a ese único lugar. Abandonó sus tácticas de diversión y poco a poco puso en juego todas las técnicas que conocía, acometiendo más rápido y profundamente que antes. Después de unos centenares de arremetidas, percibió que ella movía instintivamente las manos para aferrarle los muslos y hacerlos bajar, con fuerzas que había sacado no se sabe de dónde. Antes, Esencia de Jade había imitado a plena conciencia la imagen erótica, pero este movimiento era una reacción no intencionada de la que no se daba cuenta.

Aparentemente, era algo que estaba incluso más allá de la capacidad del álbum en sus representaciones.

Para estar en igualdad de condiciones, Véspero abrió los brazos y empujó las nalgas de ella hacia él. Se sorprendió al encontrarlas empapadas en mares embravecidos, resbaladizos como el aceite e imposibles de aferrar. «La excitación de Esencia de Jade está en su punto culminante», pensó Véspero. «En justicia, ahora tendría que dificultarle las cosas, pero dado que esta es la primera vez que rompe su ayuno vegetariano, tengo que dejarla comer hasta que se harte a fin de que adquiera el gusto por la carne, antes de comenzar a aplicar mis métodos de adiestramiento del halcón».

Véspero le levantó los pies y los acomodó sobre sus hombros, le rodeó con sus brazos la esbelta cintura y hundió la espada hasta la empuñadura. Ahora el pincel de jade parecía más grande que nunca y llenaba toda la vagina sin dejar el más mínimo resquicio. Después de varios cientos más de arremetidas, notó que los ojos chispeantes de su esposa estaban vidriados, y sus guedejas en desorden. Daba la impresión de estar quedándose dormida.

Véspero le dio un par de suaves palmadas.

—Corazoncito, sé que estás a punto de correrte, pero este butacón es más bien incómodo. Acabemos en el lecho.

Esencia de Jade, que estaba en el momento crítico, temió que si se movían él sacara el pincel de jade y que su placer fuera breve. Además, sentía tan doloridos y débiles los miembros que tampoco habría podido moverse, ni siquiera para ir hasta la cama. Por eso al oír la sugerencia de su marido, cerró los ojos y meneó la cabeza.

—¿Es porque no puedes moverte, corazoncito?

Ella asintió.

—Yo tampoco puedo separarme de ti Deja que te lleve.

Véspero apretó los brazos alrededor de su cintura y la alzó con la lengua de ella todavía en la boca y su pincel de jade todavía en la vagina. Luego, embistiendo mientras andaba, en la posición de «Contemplando las flores a lomos de caballo», la llevó a la cama, donde la depositó atravesada.

A continuación cogió una almohada para colocársela bajo la cintura, le apoyó las piernas y empezó de nuevo. Tras otros centenares más de acometidas, repentinamente Esencia de Jade gritó:

—¡Queridísimo, no puedo más! —lo apretó muy ceñidamente y comenzó a murmurar incoherencias como un agonizante en los últimos estertores.

Véspero comprendió que ella había soltado su esencia y apretó el pincel de jade contra el corazón de la flor y, con las piernas de ella agitándose en el aire, lo amasó con todas sus fuerzas hasta eyacular al mismo tiempo.

Después de dormir un rato abrazados, Esencia de Jade despertó.

—Queridísimo, acabo de morirme. ¿Lo sabías?

—¿Cómo podía ignorarlo? Pero esto no se llama morir, sino correrse.

—¿Por qué se llama correrse?

—Los hombres tienen esencia masculina y las mujeres esencia femenina y, cuando llegan al clímax del placer, sueltan sus esencias. Pero, inmediatamente antes, todo el cuerpo, incluyendo la piel, la carne y los huesos, todo se ve abrumado por una languidez sensual y la mente se nubla como cuando uno está quedándose dormido. En ese momento emerge la esencia, y eso significa correrse. Esto aparecía en la quinta pintura del álbum. Tú lo viste, de modo que entiendes lo que quiero decir.

—Y, según tú, ¿se puede volver a la vida después de correrse? ¿No se muere una realmente?

—El hombre y la mujer se corren cada vez que lo hacen. La esencia de algunas mujeres emerge con mucha rapidez y hay algunas que se corren docenas de veces, mientras el hombre se corre una sola vez. ¡A eso le llamo yo placer! ¡Claro que no mueres!

—Por un placer como el que acabo de experimentar estaría dispuesta a morir. ¡Y pensar que ni siquiera tengo que morirme! En tal caso, a partir de ahora me correré todos los días y todas las noches.


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